EN LA CIMA DEL MONTE PARA ESTAR MÁS CERCA DE DIOS

2012-03-05 L’Osservatore Romano
Del «desierto» de las tentaciones al «monte» de la Transfiguración para experimentar la cercanía de Dios: el Papa explica así el itinerario espiritual propuesto por la liturgia del segundo domingo de Cuaresma.
Durante la visita realizada la mañana del 4 de marzo a la parroquia romana de San Juan Bautista de La Salle, el Pontífice recuerda a los fieles que «el camino para llegar a la gloria, el camino del amor luminoso que vence las tinieblas, pasa por el don total de sí mismos, por el escándalo de la cruz ».Por esto—añade— el camino de la Cuaresma conduce hasta el Gólgota, «monte del sacrificio supremo» en el que « se encierra la mayor fuerza de transformación del hombre y de la historia».

A la comunidad del barrio Torrino —que lo recibe como una gran familia llamándolo afectuosamente «papá» — Benedicto XVI encomienda la tarea de llevar la novedad de Cristo «a los hermanos en los lugares donde viven, trabajan, estudian o solo pasan el tiempo libre ». Misión urgente y ardua también a la luz del próximo Año de la fe, que llama a un compromiso comunitario para «superar el “analfabetismo religioso” que es uno de los mayores problemas de nuestro tiempo ». El Papa invitó asismismo a redescubrir el Domingo como «día de Dios y de la comunidad » que es preciso vivir con la alegría  de la celebración eucarística y dispuestos «a acoger a toda persona sola o en  dificultades ».

Estos temas Benedicto XVI los retomó en el Ángelus rezado en la plaza de San Pedro después de la visita. Volviendo sobre el significado de la Transfiguración de Cristo, el Pontífrice reafirmó que «Dios es luz, y Jesús quiere dar a sus amigos más íntimos la experiencia de esta luz, que habita en él ». Cada hombre, por lo demás, necesita una «luz interior para superar las pruebas de la vida » y llegar a contemplar el rostro de Jesús «lleno de amor y de verdad ». De aquí la invitación—reafirmada en particular en elsaludo a los fieles franceses— a no avergonzarse de ser cristianos, ofreciendo cada día al Señor un tiempo de oración, mostrando bondad y caridad hacia quien padece necesidad y renunciando a lo que aleja de Dios y del prójimo.