Santa Filomena

Date: 
Martes, Agosto 10, 2021

EL 24 DE mayo de 1802, se descubrió en la catacumba de Santa Priscila, en la Vía Salaria Nova, una urna mortuoria que fue abierta y examinada cuidadosamente. La urna estaba cerrada con tres sellos que, en conjunto, ofrecían la siguiente inscripción con letras rojas:

LUMENA PAXTE CUM FI

Además de la inscripción, se habían dibujado ciertos símbolos: dos anclas, tres flechas, una palma y una flor (o una antorcha). Una de las teorías acerca de la inscripción sostenía que el texto original era el siguiente: (Fi) lumena pax tecum fi fat) ("Filomena, que la paz sea contigo"). Según los defensores de esa teoría, la urna había sido sellada apresuradamente y el artesano había borrado involuntariamente con sus herramientas las dos primeras y las dos últimas letras.

Pero la teoría más común en la actualidad es que el artesano colocó los sellos en desorden, ya fuese por la prisa, o simplemente porque no sabía leer. Por consiguiente, el texto verdadero de la inscripción sería: Pax tecum. Filumena ("Que la paz sea contigo, Filomena"). En la urna se hallaron los huesos de una joven de trece o quince años; se conservaban enteros, excepto el cráneo, que estaba muy maltratado. Incrustado en la tierra había un frasco de cristal, con restos de algo que parecía sangre. Antes de las investigaciones de V. de Buck, Kraus y Rossi. todos creían que el símbolo de la palma y el frasco de sangre indicaban que se trataba de una mártir. Así pues, según las disposiciones de la Sagrada Congregación de Ritos que estaban en vigor en la época, los restos fueron transladados con suma reverencia a la custodia generalis de santas reliquias y se empezó a hablar de Filomena, virgen y mártir.

Las cosas quedaron así hasta 1805, cuando Pío VII confió el cuidado de las reliquias de Filomena al P. Francisco di Lucia, quien las trasladó a Mugnano del Cardinale en la diócesis de Ñola y las depositó en uno de los altares de la iglesia parroquial. Inmediatamente empezó a hablarse de milagros y favores espirituales y temporales obtenidos por intercesión de Santa Filomena. La devoción se popularizó en toda Italia gracias a la fama de los milagros y a las "visiones", que la Iglesia nunca reconoció oficialmente, de una canonesa de Napóles, llamada Sor María Luisa de Jesús. En base a dichas visiones, el P. di Lucia escribió una "vida" de Santa Filomena, que incluía un relato totalmente imaginario de su martirio. La parroquia de Mugnano se convirtió en importante centro de peregrinación. La devoción se extendió a Francia y de ahí a todo el mundo. Es bien conocida la devoción que el Cura de Ars profesaba a Santa Filomena, a quien llamaba "mi querida santita", "mi agente en el cielo", por cuya intercesión obtenía cuanto pedía. La obediencia de Filomena al Santo Cura era extraordinaria. A éste no le admiraba el hecho: "¿Qué tiene ello de extraño, puesto que Dios Todopoderoso me obedece cada día en el altar?" Y no fue el Cura de Ars el único santo francés del siglo XIX que profesaba especial devoción a Santa Filomena, ya que en el mismo caso se encontraban Santa Magdalena Sofía Barat, el Beto Pedro Julián Eymard, San Pedro Luis Chanel y la Venerable condesa de Bonnault d'Houet. Lo que sí parece cierto es que, si el Cura de Ars no hubiese alabado tanto a Filomena durante treinta años, ésta no habría alcanzado una popularidad tan grande.

Por otra parte, uno de los hechos que mayor influencia tuvieron en la difusión del culto de Filomena y movieron a la Santa Sede a entrar en acción, fue la curación milagrosa de la Venerable Paulina María Jaricot, fundadora de la Asociación de la Propagación de la Fe. En 1834, los médicos la habían desahuciado. Entonces Paulina decidió hacer el viaje de Lyon a Mugnano, recostada en una silla, para encomendarse a Santa Filomena en su santuario. A su paso por Roma, se alojó en un convento, a donde fue a visitarla dos veces Gregorio XVI. El Pontífice estaba tan convencido de que Paulina moriría pronto, que le rogó que pidiese por él al llegar al cielo. Paulina llegó a Mugnano el 8 de agosto de 1835 en estado de agonía. Dos días después, al recibir la comunión en la iglesia de Santa Filomena el día de su fiesta, quedó instantáneamente curada. A su vuelta a Lyon, se detuvo nuevamente en Roma "para que la viese el Pontífice", y Gregorio XVI le prometió examinar inmediatamente la causa de Filomena. El 30 de enero de 1837, firmó el Pontífice el decreto de aprobación del culto y autorizó al clero de la diócesis de Ñola a celebrar, el 11 de agosto, en honor de la santa, la misa "Loquebar"; igualmente concedió el rezo del común de vírgenes y mártires, con una lección propia en maitines. La fiesta se extendió pronto a otras diócesis, entre las cuales se contaba la de Roma. Pero el Martirologio Romano no incluyó el nombre de Filomena en la lista de los santos. Las lecciones del oficio de Filomena hacían notar que "desgraciadamente no sabemos nada acerca de su vida y de su martirio", pero afirmaban con certeza que había sido virgen y mártir. Sin embargo, no decían expresamente que los huesos encontrados en la urna fuesen precisamente los de Filomena, aunque sin duda lo suponían así.

La Sagrada Congregación de Ritos interpretó los símbolos, la inscripción y el frasco que se habían encontrado en la urna, como pruebas del martirio de Filomena. A pesar de ello, a la luz de los progresos de la ciencia, tal opinión es insostenible hoy en día. No se puede dudar que los milagros y gracias espirituales concedidos por Dios a los fieles sean una prueba de santidad, pero, ¿la santidad de quién? En efecto, el Profesor Marucchi ha arrojado graves dudas sobre la identificación de los huesos en la urna con los de Santa Filomena. Los Helios de la urna no habían sido trastocados por accidente, como se suponía, sino que habían servido anteriormente para sellar la tumba de Filomena, quien había vivido más o menos en la segunda mitad del siglo II. El artesano que selló la urna descubierta en las catacumbas de Santa Priscila había invertido deliberadamente el orden de los sellos para indicar que no pertenecían a la urna. Las verdaderas reliquias de Filomena, quien probablemente, aunque no hay certeza alguna, había sido mártir, fueron sin duda transladados con las de muchos otros ¡i una de las iglesias de Roma, por San Paulo I o por San Pascual I (siglos VIII-IX). Por cierto que, los restos descubiertos en la urna reposan todavía en un hermoso relicario en Mugnano.

Algunos devotos de Santa Filomena, sobre todo aquellos que han recibido favores por su intercesión, miran con cierto recelo y resentimiento los resultados de las investigaciones de los peritos (aunque no son éstos menos católicos que ellos). Según esos devotos poco ilustrados, los peritos quieren "acabar con Santa Filomena" y deliberadamente ignoran el testimonio de todos aquellos que, a partir del Cura de Ars, han recibido gracias espirituales y temporales por intercesión de la santa. Pero tales acusaciones son falsas y no tenemos derecho a llamarnos a engaño en nombre de la piedad. Indudablemente que conocemos los milagros y favores obrados por Dios cuando le invocamos por la intercesión de una santa a quien llamamos Filomena; nadie puede acabar con esos favores ni con la gratitud que debemos por ellos. Pero eso no quiere decir que sepamos con certeza que la santa se llamó Filomena en su vida mortal, que fue realmente mártir y que sus reliquias son las que se hallan en Mugnano. Por lo demás, estos problemas son de importancia muy relativa. Lo que importa realmente es la influencia espiritual de aquella a quien llamamos Filomena. A este propósito podemos repetir las palabras del Señor: "¿No es acaso la vida más importante que la comida y el cuerpo más importante que el vestido?"

En abril de 1961, la Sagrada Congregación de Ritos suprimió el nombre de Filomena del Calendario de los Santos.

Alban Butler - Vida de los Santos