Mandela “el grande”

Nelson Mandela se nos muere, y un gigante de la reconciliación nacional y del auténtico humanismo nos lega una admirable lección de fortaleza moral y de responsabilidad política y social.

Hombre de probada virtud y firmes ideales, del talante de un Juan Pablo II o de Gandhi, no sólo le cambió la vida a Sudáfrica, sino a toda la humanidad.

Logró que sus opositores desistieran de su actitud beligerante y que los oprimidos perdonaran. Consiguió la pacífica convivencia entre blancos y negros, siendo él el primer presidente negro de su nación, de 1994 a 1999.

Estuvo convencido de que la fuerza de la verdad es superior al terror y rigor de las armas y que sólo por el camino de la justicia se lograría hermanar a un pueblo dividido por el odio y la segregación racial (apartheid).

Ejemplo para los políticos del orbe, jamás se atornilló al poder creyéndose imprescindible para culminar el proceso de paz, ni tampoco se dejó seducir por el poder. Los 27 años que pasó en la cárcel lo acrisolaron en su carácter y en sus convicciones como para resistir la persecución que sus ideales le granjearon. Una transición pacífica y duradera es la prueba de que no estaba equivocado, de que es posible vencer a las ideologías con la razón, y los fanatismos con el respeto y el reconocimiento del otro.

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